Nada como una luz cálida en el desayuno para arrancar el día sonriendo

En el año 2000, nos mudamos a un piso al que nos tocó hacerle una reforma in.te.gral, de esas que unen o separan definitivamente a una pareja :). Tiramos muros, techos, puertas y ventanas. La primera casa en la que fui libre de pintar sobre el plano a mi antojo. Y como lo de las cocinas iluminadas con fluorescente como que nunca había sido lo mío, recuerdo que una de las primeras cosas que tuve claras para aquella cocina, grande en relación con el resto del piso, fue colocar una lámpara de techo tipo industrial que se descolgara sobre la mesa redonda de la cocina (ah, y unas reproducciones de la Series 7 de Arne Jacobsen, una de cada color). Recuerdo que mi recién estrenado marido no estaba muy por la labor de renunciar al fluorescente de toda la vida, pero enseguida se convenció de que desayunar o cenar bajo aquella cálida luz era mil veces mejor… otro mundo.